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(Informe sobre el adelanto de la mujer en el mundo, 2011)
El
primero y el último de los puestos en la lista de países que figuran en el
reciente tema de portada de Newsweek, El "informe sobre el adelanto de la mujer
en el mundo de 2011," evocan imágenes de dos mundos diferentes. En el primer
puesto de la lista -"Los mejores lugares para ser mujer"-, vemos los habituales
sospechosos: Islandia y los países escandinavos, Países Bajos, Suiza y Canadá.
En ese planeta vemos calificaciones sobresalientes en cinco categorías del
estudio: justicia, salud, educación, economía y política. Las mujeres están
superando a los hombres en la obtención de títulos universitarios (Estados
Unidos), se expulsa de sus hogares a los maltratadores y se les vigila
electrónicamente (Turquía) y se elige a primeras ministras (Dinamarca y
Australia).
Ahora
observemos el otro planeta: "Los peores lugares del mundo para ser mujer". En
Chad, el peor de los peores, las mujeres "casi no tienen derechos jurídicos" y
niñas de tan sólo 10 años son entregadas en matrimonio, cosa que también sucede
en Níger, que ocupa el séptimo puesto en la lista de los peores. La mayoría de
las mujeres de Mali -quinto de esa lista- han quedado traumatizadas por la
mutilación genital. En la República Democrática del Congo, 1.100 mujeres son
violadas a diario. En Yemen, los hombres pueden apalear a sus esposas cuando les
apetezca.
Aunque
resulta asombroso contemplar esos dos mundos con semejante detalle y rigor, su
existencia no es ninguna novedad: los especialistas en desarrollo y los grupos
defensores de los derechos humanos llevan años señalando esas desigualdades.
Pero la opresión sistémica de las mujeres tiende a ser presentada en términos de
peticiones de empatía: no hay que practicar esas políticas porque no son
decentes ni ilustradas. Algunos investigadores del desarrollo han empezado a
desarrollar también el atractivo argumento de que la opresión de las mujeres
obstaculiza los esfuerzos de los países para escapar a la
pobreza.
Pero
los datos que figuran en la lista de Newsweek muestran que debemos enmarcar ese
asunto en términos más enérgicos y contundentes: cuando los países pobres optan
por oprimir a sus mujeres, están optando hasta cierto punto por prolongar su
pobreza. La opresión de las mujeres es un asunto moral, pero también se debe
considerar como una opción que los países eligen por comodidad cultural a corto
plazo a expensas del progreso económico y social a largo plazo. No es
políticamente correcto atribuir porcentaje alguno del sufrimiento de los países
muy pobres a sus propias decisiones. Pero resulta paternalista dejar de
considerar a muchos de ellos responsables en parte de su difícil situación.
Evidentemente, la herencia del colonialismo -hambre, analfabetismo, falta de
propiedades o de recursos jurídicos y vulnerabilidad ante la violencia estatal-
es un factor de la mayor importancia en su pobreza actual; pero ¿cómo podemos
echar la culpa a dicha herencia y hacer la vista gorda ante un tipo de
colonialismo contra las mujeres en los propios domicilios privados y en las
instituciones públicas de los mismos países?
Cuando
los países más pobres -la mayoría africanos o con mayorías musulmanas- optan por
mantener políticas que oprimen a las mujeres o, incluso, por idear otras nuevas,
debemos estar dispuestos a decir que, en cierta medida, están optando por
consiguiente por el infortunio económico. El silencio del mundo desarrollado
indica que da por sentado el maltrato de las mujeres de piel negra y morena por
parte de hombres de iguales colores de piel, en lugar de aplicar a todas las
personas un mismo criterio de justicia.
Las
sorpresas de la lista de Newsweek confirman que la educación de las mujeres
impulsa la prosperidad. Muchos países con experiencias de colonialismo y otras
formas de tiranía, así como países que carecen de recursos naturales abundantes,
han optado por educar a las mujeres y concederles derechos jurídicos. Algunos
siguen padeciendo dificultades, pero ninguno de ellos está hundido en la
miseria... y algunos experimentan un auge. Piensen en China, India, Malasia,
Indonesia, Brasil, Corea del Sur y Turquía.
La
baja condición de las mujeres en Los Peores del Planeta no se puede achacar a
insuficiencias culturales: muchos de los países que han resultado una buena
sorpresa -Rumanía, Portugal, Filipinas e India- daban un trato mucho más
desigual a la mujer hace sólo entre 50 y 100 años. En Pakistán, la violación
marital no es ilegal y hay 800 crímenes de honor al año. Quizá el país podría
conocer un auge económico si el patriarcado aflojara su
tenaza.
Quien
sabe de cuentas puede abrir un negocio. Quien no vive presa del pánico a la
violación y a las palizas puede organizar su comunidad para perforar el suelo y
hacer un pozo. Quien no somete a su hija a una herida genital traumática a los 3
años ni la entrega en matrimonio a los 10, le permite ir a la escuela. Y, cuando
se case y tenga sus propios hijos, estos se beneficiarán de tener unos padres
educados y con empleo, lo que significa conversaciones cultas en el hogar,
contactos y estímulo para triunfar, y todo ello por partida doble. Con madres
instruidas y estimulantes, los resultados son muy
diferentes.
Como
dijo la secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, en ese número de
Newsweek, "el mundo debe pensar más estratégica y creativamente sobre el
potencial de las mujeres para el crecimiento. Los estudios muestran que ayudar a
las mujeres a que tengan acceso al comercio y creen empresas contribuye a la
creación de puestos de trabajo e impulsa los ingresos".
Pero,
en el Planeta Peor, obligar a unas mujeres aterradas y sin instrucción a
permanecer en el hogar es más aceptable socialmente que afrontar que eso
significa optar por unos peores ingresos para todos. Ya es hora de pasar por
alto el deber de los más pobres de hacer algo esencial para salir de su
situación: emancipar a las mujeres.
(Naomi Wolf. Ensayista y cofundadora de la campaña América por la Libertad)