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martes, 15 de febrero de 2011

La desigualdad entre géneros manifiesta la existencia de una cultura de guerra y violencia.

 
La Cultura de la Paz y la No Violencia puede entenderse de una doble forma. Bien acercándonos a lo que conlleva el término o, por el contrario, a lo que no representa, es decir, lo que en ningún caso debe encarnar.

Rastreando información sobre Igualdad de Género en El Salvador, en la página que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) dedica a este país, accedemos al epígrafe de Género donde lo primero que puede leerse es que “desde la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer de Beijing (1995), El Salvador ha avanzado notablemente en términos de igualdad de género”. Lo cual transmite una actitud esperanzadora en el sentido de que, aún sin conocer la situación previa, imaginamos el detalle de estos avances; ¿Qué políticas se habrán llevado a cabo para mejorar la situación de la desigualdad de género en el país? ¿Qué proyectos o iniciativas han acompañado a estas políticas? ¿En qué ámbitos se habrá avanzado? ¿En equidad respecto al empleo, respecto a la gestión económica de la mujer como cabeza de familia y, en la mayoría de los casos de su comunidad, en una mayor participación política, en el descenso de crímenes y abusos sexuales?

La esperanza se desesperanza (valga la redundancia), cuando más adelante el mismo párrafo anuncia que:

“En El Salvador, una de cada dos mujeres alguna vez casadas o en unión libre sufrió violencia por parte de su pareja durante su vida marital según datos reportados por la Encuesta Nacional de Salud Familiar 2008. La misma encuesta reporta que una de cada diez mujeres ha sufrido violencia sexual con o sin penetración, siendo el grupo de edad más vulnerable al primer tipo de violencia el que se encuentra entre 15 a 19 años y al segundo tipo, el de 10 a 14 años. Los feminicidios aumentaron considerablemente, pasando a duplicarse de 1999 a 2005, de 195 a 390 casos. Sólo en 2008, se cometieron 348 asesinatos de mujeres. En una década (1999-2008), los feminicidios han alcanzado la cifra de 2840 asesinatos, según datos de Instituto de Medicina Legal”.

Teniendo en cuenta los grupos de edad más vulnerables (de 10 a 19 años, en sentido agrupado), la realidad de los datos manifiesta que los grupos de socialización primaria de las niñas y adolescentes, como la escuela o la familia, tienen un papel preponderante en la existencia de esta realidad. En una primera lectura, la propia estadística marca la necesidad de un trabajo directo con estos grupos considerando su responsabilidad en la problemática.

Datos de este tipo refuerzan el objetivo y la existencia de nuestro proyecto. “Paz en las casas, Paz en las calles”, trata precisamente de estudiar, analizar, denunciar y en la medida de lo posible, sensibilizar de que el problema de la Paz comienza aquí, en las casas, en los primeros grupos de socialización donde es necesario luchar contra la falta de libertad de las niñas, adolescente y mujeres sobre su cuerpo, su sexualidad, sus decisiones sociales y sentimentales. 

La paz implica la existencia de relaciones equitativas entre las personas, entre los géneros, que haya justicia social y respeto por los derechos humanos. No solo desarme y seguridad.

Como indica el propio Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en El Salvador (aunque bien podría ponerse el ejemplo de otros muchos países), “la igualdad de género es uno de los grandes retos de país. Creemos firmemente que sin Igualdad de Género, no puede existir Desarrollo Humano, y que el Desarrollo Humano tiene que considerar dicha igualdad como meta y como parte inherente del proceso mismo de ampliación de las opciones de las personas para mejorar sus vidas”.

Por ello, porque aún queda mucho por hacer, queremos trabajar en este sentido. En el que indica que el camino a recorrer parte de concienciar a niños, niñas, madres, padres, educadores, educadoras y otros muchos profesionales de los derechos y libertades inherentes a la propia condición humana, seas hombre o mujer.



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