Buscar este blog

sábado, 9 de julio de 2011

De la marginación al crimen organizado


Tegucigalpa. La Mara Salvatrucha (MS) y la Mara 18 dejaron de ser grupos que escuchaban rock y playero para convertirse en anexos de los criminales organizados.

Ahora se dedican al tráfico de armas, tráfico de drogas y a matar por encargo, según los expertos que trabajan con jóvenes y autoridades de investigación.

Los pandilleros antes peleaban por delimitar el territorio y demostrar su poder, ahora la rivalidad es lograr mayor dominio en las zonas urbano marginales a fin de tener facilidades en la distribución de drogas y de armas.

Sin embargo, con las reformas penales vigentes se ha visto una dramática reducción de la acción delictiva de las pandillas.

Hace dos años en Centro América el fenómeno no tenía el componente de tráfico de drogas y armas, pero ahora este elemento convierte el problema en algo detonante, consideró Jorge Valladares, Coordinador del Programa Niñez y Juventud.

Es urgente que la sociedad atienda esta dificultad en las zonas de marginación y que trabaje sobre todo con la familia, porque las pandillas se han convertido en una forma de violencia no tradicional que constituye una amenaza para el país, opinó.

Los estudios sobre las pandillas indican que los factores más importantes para el recrudecimiento de la violencia en estas organizaciones es la utilización que los criminales organizados están haciendo de las maras.

A eso se suma la influencia de los medios de comunicación, la inmigración de hondureños que han ido hacia Estados Unidos y han sido deportados por estar en maras.

Ni las organizaciones nacionales ni las estatales tienen registro de cuántos pandilleros deportados han influido en las maras.

En poder de Save the Children hay información de que, en El Salvador, entre el 9 y 10 por ciento de los pandilleros eran emigrantes de Estados Unidos.

“Podríamos asumir que como el fenómeno es similar en ambos países, en Honduras hay un porcentaje semejante”, señaló el coordinador regional del Programa Derechos de la Niñez y las Pandillas Juveniles de Save The Children, Tomás Andino.

Todos los factores mencionados han influido para que las pandillas existentes tengan un recrudecimiento de la violencia tal como ocurre en los modelos de los grupos existentes en Estados Unidos, comentó Andino.


Las pandillas son un refugio

Todas esas condiciones sociales son favorables para que los adolescentes que enfrentan la misma problemática se reúnan en grupos, se refuercen mutuamente y conformen una subcultura que entra en contradicción con las normas sociales dominantes, opinó Andino.

La cultura de la pandilla se caracteriza por la solidaridad, una concepción en la que el grupo es el centro de sus vidas y todos deben respetarlo a ultranza, agregó.

El grupo define normas que entran en contradicción con la Ley de Convivencia Social por lo que la violencia es muy utilizada para someter a los miembros a sus normas.

Los activistas de organizaciones que trabajan en el tema sostienen que las pandillas se han convertido en una especie de cárcel en el sentido de que quien entra no puede salir.

A juicio de Andino, estos grupos, cuando se reúnen, forman lo que se conoce como bandas o pandillas juveniles, que normalmente son un fenómeno no demasiado grave, el cual puede ser tratado por la comunidad y con intervención policial mínima.

Sin embargo, cuando estas asociaciones son intervenidas por organizaciones criminales, se utiliza el consumo de drogas y la comisión de delitos por encargo, entonces estos grupos se convierten en un instrumento del crimen organizado, aseveró.


Arsenal automático

Los pandilleros están cada vez más al servicio del crimen organizado, el armamentismo al interior de las pandillas deja preguntas como: ¿Quién provee las armas?

La respuesta que se infiere es que las armas sofisticadas que obtienen de manera creciente son proporcionadas por narcotraficantes, alertó el asesor presidencial en materia de Seguridad, Ramón Romero.

Refirió que, en sus operativos, la Secretaría de Seguridad ha encontrados granadas, lanzagranadas, ametralladoras, fusiles automáticos y otras armas que no se obtienen fácilmente.

El número de armas en poder los pandilleros es una cifra negra, afirmó.

En la actualidad están cometiendo descuartizamientos como si eso fuera un patrón de comportamiento de sus grupos, aseveró.

Para resolver este problema el gobierno recientemente ha reformado el artículo 332 del Código Penal, en el que se establecen penas de 9 a 12 años de cárcel para los cabecillas de asociaciones ilícitas.

“A la par de esos programas se ofrece oportunidad para las personas que quieran rehabilitarse y para eso se trabaja con organizaciones no gubernamentales”, indicó.

A través del decreto número 141-2001, hace dos años se aprobó la Ley Para la Prevención, Rehabilitación y Reinserción Social de Personas Integrantes de Pandillas o Maras.

Los pandilleros por su parte, ya tienen hasta una página en Internet a la que la policía difícilmente puede acceder porque el lenguaje que utilizan es incomprensible.


Violencia cruda

El secretario de la Asociación Cristiana de Jóvenes (ACJ), Roberto Bussi, encabezó en el 2002 una investigación de campo con las pandillas para escribir el libro “Maras en Honduras”, en el que se muestran los resultados de una investigación hecha con 500 jóvenes.

Se descubrió que dentro de las pandillas el nivel de violencia es altísimo y se han agregado elementos como el tráfico de armas y de droga.

En Honduras las pandillas existen desde 1960, pero se han vuelto peligrosas desde mediados de la década de 1990, cuando el crimen organizado se involucró con ellas.

El problema de las pandillas se intensificó sobre todo después del huracán Match, en 1998, opinó el coordinador regional del Programa Derechos de la Niñez y las Pandillas Juveniles de Save The Children.

En 1998 la destrucción del 70 por ciento de la producción, ocasionada por el Mitch, aumentó la pobreza y proliferó el pandillerismo y maras, precisa un documento de las Pandillas en Honduras, elaborado por la editorial Xibalbá.

Este huracán ha sido el peor en la historia nacional, La evaluación de daños ocasionados por el huracán Mitch, elaborado por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), establece que el meteoro dejó 7 mil muertos, 11 mil desaparecidos y la cuarta parte de la población quedó sin empleo.


Factores que los empujan

 
Según Andino, quien también participó en la investigación de campo, los muchachos entran a pandillas porque tienen problemas sociales y familiares.

Los jóvenes buscan las asociaciones como una alternativa cuando en la familia no encuentran el afecto y sufren maltrato, la pandilla es el segundo hogar donde hay comprensión y solidaridad.

Y si en la sociedad hay falta de empleo, de educación, de organización y de recreación, a través de las pandillas los jóvenes canalizan su energía, según investigaciones de organizaciones no gubernamentales.

El gobierno carece de una cifra fidedigna, pero se estima que en el país existen unos 30 mil pandilleros y alrededor de 40 mil simpatizantes, por lo que la cifra llega a los 70 mil.

Estos jóvenes se desenvuelven en un entorno nacional en el que los adolescentes de 12 a 18 años representan el 48 por ciento del total de los 6.5 millones de habitantes.

El 50 por ciento de los adolescentes vive en condiciones socioeconómicas deprimidas y enfrenta problemas de violencia, maltrato, abuso sexual, embarazos, prostitución, adicción a drogas, establece el documento denominado la “Problemática de la Niñez y la Familia” lanzado en el Plan de Intervención a la Infancia y Adolescentes en Calle, presentado en abril de 2000.

Ese documento revela que en los centros de privación de libertad hay más de 300 jóvenes infractores y el fenómeno de las maras agrega mayor complejidad al problema.

Por su lado, el informe de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas (IDH), elaborado en 2000, indica que el 40 por ciento de los hondureños sobrevive con menos de un dólar diario.

Esa cifra no ha sido revertida: por el contrario, el IDH de 2002 estableció que el país registró un índice de desarrollo humano inferior al de 2000.

“No hay cifras precisas sobre los índices de pobreza, pero diferentes instituciones calculan que los pobres e indigentes en Honduras andan entre el 73 y 78 por ciento.

Por lo tanto, de los 6.5 millones de hondureños, por lo menos cuatro millones y medio de personas son indigentes”, cita el libro “Familia, niñez trabajadora y escuela”, editado en 2001.

No hay comentarios:

Publicar un comentario